flotando en los sonidos musicales.
Hay cantos sostenidos, verticales,
que nos llueven del cielo a la garganta.
Hay un himno de paz que se nos planta
sonando en pentagramas esenciales;
canciones, partituras magistrales
vertidas en la voz de quien las canta.
Le brota algo divino al trovador
que canta la armonía de una rosa.
Cantar es darle música al amor,
regarlarle a la vida un ruiseñor,
despertar a la inerte mariposa
perfilada en los labios del cantor.
Y aunque ponga ese cantor
su humana voz al son que nos levanta,
hay un poco de Dios cuando se canta.
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